domingo, 30 de diciembre de 2007

Segovia: iglesia románica de San Martín


Situada en la Plaza de Juan Bravo, en lo que puede perfectamente denominarse como el corazón comercial y turístico de la ciudad, rodeada de palacios de origen renacentista -justo enfrente, y en el interior de uno de ellos, Caja Segovia patrocina la exposición del Belén Monumental Egipcio- la iglesia de San Martín ofrece cumplido testimonio del más puro y antiguo arte románico segoviano, cuyas raíces se remontan a la población soriana de San Esteban de Gormaz, y el modelo de la iglesia de San Miguel, considerada, por añadidura, de las más antiguas de la Península.
El núcleo primigenio, de carácter prerrománico, está formado por un cuadrado de tres naves y tres tramos, ampliándose ya en época románica, aproximadamente , en el siglo XII. Fue en este período, cuando, al parecer, se añadieron el resto de estructuras: el crucero, con cimborrios y ladrillo; la cabecera y la torre. Ésta última, tuvo que ser reformada en el año 1362. Con referencia a su estructura, se puede añadir que está constituida por tres cuerpos de ladrillo, de los cuales los inferiores tienen vanos dobles de medio punto y el tercero, posterior, está cubierto con chapitel barroco.
El acceso al templo está constituído por dos puertas, siendo la que se abre a sus pies de gran expresividad y belleza, no encontrando los historiadores inconveniente alguno en considerarla como 'una de las portadas más grandes del románico castellano'. Está compuesta por seis arquivoltas, que combinan formas lisas y aboceladas, en las que se puede apreciar una profusión floral de notable belleza.
Continuando con la descripción del templo, y como curiosidad, añadir que la iglesia de San Martín es el único ejemplo segoviano -al menos conservado- que dispone de una galería porticada que rodea completamente la iglesia, a excepción de la cabecera. Dicha galería, es un añadido de construcción posterior, cuyo origen hay que buscarlo bien entrado el siglo XIII, siendo su tramo meridional el más espectacular. Compuesto por trece arcos que se levantan sobre columnas dobles, son dignas de reseñar las tallas, realizadas con motivos de fino entrelazado, entre las que cabe destacar, especialmente, los siguientes: arpías con túnicas, aves y animales fabulosos.
El tramo septentrional está cegado, aunque no por ello las imágenes grabadas en sus capiteles dejan de tener interés, mostrando un auténtico repertorio de escenas neotestamentarias, notablemente descriptivas. Aún bastante atacadas por el tiempo y la erosión, se pueden reconocer, entre otras, escenas relativas al ciclo de la Natividad y de la Pasión.
Digna de mención, también, es la gran entrada principal del pórtico, que consta de cuatro grandes arquivoltas, bellamente decoradas con entrelazados geométricos y círculos secantes. La segunda y la cuarta arquivolta, se apoyan sobre sendos pares de pilares rematados por capiteles, convirtiéndose estos, por debajo, en cuatro figuras humanas de gran tamaño, que representan a personajes del Antiguo Testamento.
En éstas figuras, cabe resaltar el hecho de que están realizadas con gran hieratismo, cuerpo esbelto, así como con un excelente tratamiento en el plegado de las vestimentas; detalles que, por otra parte, las vinculan, tradicionalmente, con las esculturas de la catedral de Chartres y la iglesia de Santa María la Real, de Sangüesa.
Para finalizar, y como dato anecdótico, reseñar que en el interior del templo se pueden contemplar dos espléndidas tallas que representan a la Virgen del Racimo (1) y a la Inmaculada, respectivamente, siendo ésta última -datada en el año de 1629- obra del escultor segoviano Felipe Aragón.
(1) El simbolismo asociado a la Virgen del Racimo es curioso y variado, y daría margen, sin duda, a un extenso artículo. Como reseña para aquellas personas interesadas en profundizar más en el tema, añadiré que entre dicho simbolismo se considera el tema del sacrificio en el Calvario, el sacrificio que se consuma en el altar. En ocasiones, también hace alusión a la virginidad de María. Y como dato curioso, resaltar el hecho de que algunos investigadores atribuyen a la maledicencia del artista en cuestión, el detalle de que en ocasiones el racimo se sustituye por una piña.


Requijada: iglesia románica de Nª Sª de las Vegas


Situada junto a la carretera que une las poblaciones de La Velilla y Val de San Pedro, y aproximadamente a dos kilómetros y medio del pueblo de Requijada, en lo que antiguamente se denominaba el concejo de las Vegas, -formado también por los hoy día desaparecidos pueblos de Cega y Oteruelo-, se levanta, espectacular y hermoso, un digno exponente del románico de la provincia: la iglesia de Nuestra Señora de las Vegas.

Restaurada hace algunos años, está declarada Monumento Histórico Artístico desde el año 1969. Durante la restauración, se eliminaron los muros que cegaban la galería porticada, encontrándose constituida ésta por siete arcos, separados en tramos de tres y cuatro por una puerta de dos arquivoltas.

De su estructura, se puede comentar que posee tres naves cubiertas con cabecera triabsidal en el interior. La torre tiene dos cuerpos, de los cuales, el superior tuvo que rehacerse en el año 1756 por amenaza de ruina.

Dentro del buen estado general del conjunto, contrasta, sin embargo, la pésima conservación de los canecillos, entre cuyos restos aún se pueden reconocer variados elementos, como, por ejemplo, cabezas de guerreros, aves y serpientes, cuya simbología no deja de ser curiosa, recordando los dobles sentidos comunes a muchas representaciones artísticas de los canteros medievales.

Posee, así mismo, un pórtico de entrada único en el rómanico de la provincia -que en cierto modo, recuerda el pórtico de la iglesia románica de Nª Sª de la Asunción, situada en la población soriana de Castillejo de Robledo-, entre cuyos elementos destacan las enjutas de la puerta, en las que se pueden apreciar sendas figuras que representan a la Virgen y al arcángel San Gabriel, en la escena referida a la Anunciación. En ambas figuras, cabe destacar la posición de las manos, que provocan en el espectador la sensación de que el artista quiso llamar la atención sobre este detalle, aunque su interpretación se nos escape por el momento, dando lugar a varias suposiciones. La arquivolta exterior presenta, como elementos decorativos, flores de ocho pétalos con botón central, así como motivos ajedrezados, entre otros, descansando el conjunto sobre jambas aboceladas, a excepción de dos columnas decoradas con arpías y leones de lomo erizado.

Entre las múltiples especulaciones que existen sobre el templo, cabe destacar aquella que considera la posibilidad de que una parte de la iglesia -en concreto la nave meridional, la puerta y la galería- fuera de finales del siglo XI o comienzos del siglo XII, levantándose, a su vez, sobre una antigua basílica de origen paleocristiano. Con posterioridad, se edificaría el resto del edificio.
Con referencia a los capiteles de la galería -bastante deteriorados en algunos casos, al igual que los canecillos- hay que destacar, aparte de su voluminosidad, su gran riqueza expresiva. En efecto, aún es posible distinguir entre estos, cabezas de hombre y de mujer, entre volutas; centauros provistos de arcos y flechas; sirenas de doble cola; arpías y pájaros exóticos de estilizado plumaje, que semejan ofrecer una actitud de estar picoteándose las patas.
Con respecto a éstas aves, y dado que su forma y esmerado tallaje las hace similares a las que se pueden contemplar en las iglesias de Nª Sª de la Asunción y San Pedro ad Vincula -situadas en las poblaciones de Duratón y Perorrubio, respectivamente- se puede llegar a la conclusión de que fueron realizadas por los mismos maestros canteros, de un más que probable origen mozárabe.
Tal consideración, cabe aplicarse, también, a las sirenas de doble cola, idénticas, tanto en su forma, expresión y ejecución a las que pueden localizarse en el pórtico y el ábside de las iglesias anteriormente mencionadas. Sirenas que, a juzgar por el número de colas, y tal y como anticipé en las entradas relativas a Perorrubio y Duratón, pueden aventurar la posibilidad de varias corrientes subterráneas de agua o de carácter telúrico, lugares por los que se tenía una especial predilección a la hora de elegir el lugar de emplazamiento de iglesias, ermitas y santuarios.
Otro de los aspectos que inmediatamente llama la atención, es la aparente falta de marcas de cantería, tan corrientes y abundantes en la gran mayoría de las construcciones de origen románico, aunque su rastro puede remontarse, por ejemplo, hasta el Antiguo Egipto, donde, aparte de otras marcas personales, se han podido descubrir aves zancudas y delfines.
Referente a ellas en la iglesia de Nª Sª de las Vegas, pueden apreciarse, al menos, dos marcas, idénticas en forma y ejecución que, localizadas en la galería porticada, semejan perfectamente la figura de un compás, que pueden ofrecer pistas sobre sobre la maestría y el gremio de albañiles que ejecutó la construcción.
Pero si digno de contemplación es este templo románico que llama inmediatamente la atención de todo viajero que pasa por la cercana carretera, no lo es menos el entorno privilegiado en el que se encuentra situado, estando éste rodeado de valles y bosques, pudiéndose admirar, como telón de fondo las montañas de Somosierra, generalmente cubiertas de nieve en invierno.



Misterio, Esoterismo y Arte en la Veracruz de Segovia


Templarios, Hospitalarios...En realidad, y procurando ser lo más honesto posible en relación a la autoría de este insigne y hermético recinto, el origen y creación de este templo que una vez conservó -según parece- uno de los fragmentos del Lignum Crucis, continúa envuelto en la más impenetrable de las dudas; en el más insondable y escurridizo de los misterios. No me cabe duda de que, teniendo la oportunidad de echar una simple ojeada a su interior, se llegue a la válida conclusión de que se pueden encontrar evidencias suficientes que señalen a cualquiera de ellas.
Evidentemente, las huellas más visibles y también las más numerosas, son, por cierto, las que hacen referencia a la Orden del Hospital. No es de extrañar. Recordemos que, no en vano, ésta antigua Orden militar fue la depositaria y heredera de la mayoría de las cuantiosas posesiones del Temple, una vez definitivamente disuelta la Orden en el año 1312.
Posiblemente, lo que primero llame la atención del visitante, sean los coloridos estandartes que, colgados a prudente altura y decorando la nave circular, hacen referencia a la Orden de Malta y a las diferentes lenguas en que tradicionalmente se divide, las cuales se citan a continuación:
- Bandera de la Orden y Religión de San Juan de Malta
- Bandera de la Lengua del Delfinado y de Auvernia
- Bandera de la Lengua de Italia
- Bandera de la Lengua de Inglaterra
- Bandera de la Lengua de Castilla y León
- Bandera de la Lengua de Alemania
- Bandera de la Lengua de Aragón y Navarra
- Bandera de la Lengua de Francia
- Bandera de la Lengua de Provenza
- Bandera de Estado de la Soberana Orden Militar de Malta
Luego, una vez recobrados de tan variopinta y colorida visión -no deja de ser una gran verdad que los colores son al ojo humano lo que la miel al oso- y dejando como postre el singular octogono formado por el edículo central, se puede comenzar el recorrido por la derecha, donde, apenas andados unos pasos de la puerta, llaman la atención, de forma inmediata, los restos de pinturas románicas que aún sobreviven sobre la pared. En ellos, donde no es difícil distinguir -en todo su esplendor- una preciosa cruz paté, resalta una particularidad -además de su referencia tan manifiesta a la Orden del Temple- que radica en la punta de flecha adosada a su brazo inferior. Se halla situada, a modo de escudo -es ésta una impresión- junto a una figura con túnica blanca, que parece apoyarse en una columna y de la que, por desgracia, no se conserva la parte superior, correspondiente a la cabeza (ver foto). En el otro lado, se aprecian las piernas de sendas figuras, de las cuales, una parece descender unos escalones mientras la otra, al parecer estática, da la impresión de que sujeta un madero, tal vez una cruz. Bastante más arriba, y aproximadamente hacia la mitad del muro, se observa, sin embargo, un rostro y parte del tronco.
Junto a la pared, hay una puerta por la que se accede a la capilla del Lignum Crucis, reliquia que en su día fue cedida por el Papa Honorio III. En ella, todavía se conserva el retablo de piedra, del siglo XV, donde estuvo depositada la sagrada reliquia, y en cuyas paredes se pueden apreciar pequeños cuadros que conservan los retratos de los grandes maestres de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén.
Continuando el recorrido, se accede a las capillas de los ábsides, donde aguardan varios elementos muy dignos de tener en cuenta -que a buen seguro, harán las delicias de cualquier investigador- como son una Virgen románica y un Cristo gótico del siglo XIII.
El conjunto de la Virgen y el Niño, realizado en piedra granítica, coincide en altura, por aproximación -más o menos 70 centímetros- con las medidas que autores pioneros en la materia, como Jacques Huynen (1), consideran una de las principales características de esas enigmáticas representaciones virginales, conocidas popularmente como 'Vírgenes Negras', cuya leyenda milagrera se corresponde con los siglos XI, XII y parte del XIII, coincidiendo su aparición con la época de la Primera Cruzada.
Poco o nada se sabe acerca de ella, salvo su nombre -Nuestra Señora de la Paz, nombre con el que pasó a denominarse también la iglesia en los siglos XVI-XVII- aunque se pueden apreciar elementos de interés, algunos de los cuales, se exponen a continuación.
La Virgen mantiene al Niño sobre su brazo izquierdo -en otras representaciones, éste se encuentra situado en el brazo derecho- y entre los elementos que pueden observarse en sus manos, se aprecian una especie de bolitas o pomos, aunque antiguamente, estos elementos estaban constituidos por manzanas o piñas, siendo su simbolismo rico y variado.
Llama la atención, sin embargo, el libro cerrado que éste mantiene sujeto en su mano izquierda. Símbolo, por añadidura, que algunos investigadores asocian con el esoterismo o el conocimiento oculto.
En el ábside siguiente, resalta, por su misterio y originalidad, un Cristo gótico del siglo XIII, que fue colocado allí -antiguamente había un retablo- durante la restauración de la iglesia, acaecida en el año 1951. De ésta hermosa talla, se desconoce absolutamente todo, excepto el detalle de que fue adquirida a un anticuario. Resulta, pues, poco menos que imposible seguir su rastro, el cuál seguramente pudiera conducir a cualquier otra de las muchas iglesias expoliadas de la provincia. Curiosamente -y éste es un dato importante a tener en cuenta-, el objeto de su martirio, es una cruz con forma de Tau.
En relación a las pinturas murales, se puede decir que los restos que actualmente pueden contemplarse, fueron pasados a lienzos y colocados en las paredes de los ábsides, siendo originalmente realizadas, al parecer, en el siglo XIV.
De ellas, se puede comentar, por ejemplo, aquella que representa a un personaje de inequívoca vestimenta sarracena -oficialmente identificado con un posible donante- que permanece arrodillado rezando el rosario. Como el resto, fue restaurada por D. César Prieto, restaurador del Museo del Prado.
Hay otras dos pinturas, que representan las figuras de sendos evangelistas, con la particularidad de que una está realizada en líneas grises -semejando, quizás, un boceto- y la otra está coloreada. Ambas figuras sostienen un rollo de pergamino extendido que, se supone, es el Antiguo Testamento.
Pero sin duda alguna, y aprovechando el hecho de haberse conservado casi intacta, destaca, por su originalidad y otros detalles no exentos de curiosidad, aquella otra que reproduce la Sagrada Cena.
Se supone que, en un principio, debió de ser una gran composición. En la actualidad, sólo se puede apreciar a algunos discípulos, aunque, junto a ellos, no es difícil observar varios detalles de cierta curiosidad. Detalles, por ejemplo, como la presencia de animales durante la cena; la presencia de los apóstoles -incluidos los nombres de cada uno de ellos- en torno a Cristo, sentados todos en una mesa ovalada; los detalles de la sala en la que se encuentran, como las numerosas vigas de madera, así como un fondo en el que no es difícil apreciar una tela de damasco con arabescos. Dentro de los elementos presentes encima de la mesa, llama inmediatamente la atención, por sus dimensiones, un cuchillo, elemento intrigante que hace que el observador se pregunte qué quiso poner de manifiesto el artista al pintar un arma en semejante y santa escena.
Digno de destacar, también, es el Retablo Mayor -datado a finales del siglo XV o principios del siglo XVI- que fue restaurado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y colocado en el lugar actual -en el pasillo, enfrente del edículo central- en el año 1951, y que consta de una predela y dos cuerpos.
La predela -banco o parte inferior horizontal de un retablo- consta de ocho tablas y dos cuerpos de cinco. Representan, en conjunto, escenas de la Pasión y la Resurrección de Cristo. En ellas, son fácilmente apreciables las tres Marías junto al sepulcro, destacando el rico manto adamascado de María Magdalena. También es posible apreciar -en la segunda tabla de la derecha, una escena que representa a San Juan Bautista con el Agnus Dei en la mano, así como una banda en la que puede leerse la siguiente inscripción: 'Ecce Agnus Dei, Ecce qui tollis pecata mundi'.
Como colofón a la presente entrada, y animando a las defensores de la autoría templaria, añadir que tanto San Juan Bautista como María Magdalena, fueron dos de las figuras por las que éstos sintieron una especial predilección. Y aparte de la leyenda -no hay iglesia o ermita o lugar asociado al Temple que no la tenga- también está la historia que circula de boca en boca y que afirma que la losa que está situada en la entrada, en la que puede verse una cruz y las iniciales C.T., significa, en realidad, Caballero Templario, y cubre la sepultura de uno de sus miembros caído en combate contra los sarracenos, en defensa de la Vera Cruz.
(1) 'El enigma de las Vírgenes Negras', Jacques Huynen, editorial Plaza & Janés, 1978.


miércoles, 7 de noviembre de 2007

Segovia: el Sueño del Románico


EVERNESS


Sólo una cosa no hay. Es el olvido.

Dios, que salva el metal, salva la escoria

y cifra en Su profética memoria

las lunas que serán y las que han sido.


Ya todo está. Los miles de reflejos

que entre los dos crepúsculos del día

tu rostro fue dejando en los espejos

y los que irá dejando todavía.


Y todo es una parte del diverso

cristal de esa memoria, el universo;

no tienen fin sus arduos corredores

y las puertas se cierran a tu paso;

sólo del otro lado del ocaso

verás los Arquetipos y Esplendores.

[Jorge Luis Borges]


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Recreación artística ambientada en la provincia de Segovia:


- Iglesia de la Vera Cruz

- Convento de los Carmelitas Descalzos

- Perorrubio: iglesia de San Pedro Ad Vincula

- Duratón: iglesia de Nª Sª de la Asunción

- Hoces del Río Duratón: Priorato de San Frutos




miércoles, 24 de octubre de 2007

Duratón: iglesia románica de Nª Sª de la Asunción


'El hombre es un dios caído que recuerda los Cielos'
[Lamartine: 'Meditations']

Decía Fulcanelli, en su impresionante obra 'El misterio de las catedrales' -editada por Plaza & Janés y actualmente considerada un auténtico clásico en la materia- que 'del siglo XII al XV, pobreza de medios, pero riqueza de expresión; a partir del XVI, belleza plástica, mediocridad de invención. Los maestros medievales supieron animar la piedra calcárea común; los artistas del Renacimiento dejaron el mármol inerte y frío'.

No puedo estar más de acuerdo con él. Pues bien, a escasa distancia del pueblo de Duratón, en una pradera que en invierno deben batir con auténtica saña la nieve y el viento, se levanta, majestuosa, digna e imponente, la iglesia románica de Nuestra Señora de la Asunción.

Datada en los siglos XII a XIII, este magnífico exponente del más espectacular estilo románico rural de la provincia de Segovia, permaneció -como casi todas las iglesias de su época- en un lamentable estado de conservación, hasta su restauración en los años 80. Sus antecedentes históricos, permiten suponer que sus cimientos se levantan sobre una necrópolis del siglo VI y origen visigodo, que albergó en su día más de seiscientas tumbas, parte de las cuales se pueden contemplar actualmente en un campo cercano. Por si fuera poco, ésta necrópolis, a su vez, se asentaba también sobre los restos de un poblado romano, conocido en la antigüedad con el nombre de 'Los Mercados'.

Aunque se puede afirmar que el templo no es de grandes dimensiones, en comparación con otros similares -dieciocho metros de largo, por nueve de ancho- sí destaca, sin embargo, por su sentido unitario, así como, también, por la elegancia arquitectónica desplegada y la delicadeza de su escultura.

La galería, porticada, formada por dos tramos de cuatro y seis arcos, posee un espléndido conjunto de tres arquivoltas, destacando la inferior, de origen netamente polilobulado.

En las dobles columnas que soportan los arcos, se pueden apreciar una serie de capiteles de magnífica ejecución, en cuyos motivos -espectacularmente esculpidos- los historiadores confirman el eterno motivo de la lucha entre el Bien y el Mal, basándose en los siguientes conceptos a tener en cuenta: los machos cabríos rampantes; la lucha entre un guerrero y un ser demoníaco -en la cercana iglesia de San Pedro Ad Vincula, en Perorrubio se puede apreciar una figura que representa precisamente a dos de estos demonios, devorando a un condenado- y un atractivo conjunto, delicadamente labrado, compuesto por ocho míticas y terroríficas arpías.

Posee, así mismo, un capitel que representa aves de extraordinario plumaje y posible naturaleza exótica u oriental, picoteando racimos de uvas, pasando los siguientes motivos a representar escenas correspondientes al Ciclo de la Navidad.

Naturalmente, entre éstas, destacan las de la Encarnación, la Visitación, el Nacimiento, la Adoración de los pastores y la Epifanía de los Reyes Magos.

Como dato a tener en cuenta, añadir que por su ritmo, composición y expresividad, son muchos los autores que consideran el capitel del Nacimiento la obra maestra indiscutible de ésta singular iglesia, considerándolo, a su vez, motivo de primer nivel entre todos los de la provincia.

Semejante expresividad figurativa, continúa en la cornisa de la galería, en base a los numerosos canecillos y metopas, cuya temática se acerca a la vida cotidiana de la época, encontrándose intercalados con otros, de carácter simbólico, entre los que no faltan, desde luego, elementos fantásticos y de origen netamente fabuloso, correspondientes al bestiario mitológico medieval, basado en los antiguos mitos de origen greco-romano: centauros, grifos, arpías...Curiosamente, destacan entre estos -aunque situados en la parte derecha del pórtico de entrada-, elementos de origen mitológico y acuático, como las sirenas, que pueden indicar, en base al número de sus colas -dos, idénticas a las de las figuras que se pueden contemplar en uno de los capiteles de los ventanales del ábside de la iglesia de Perorrubio y que parecen constituir una corriente artística de similar origen y escuela-, las posibles corrientes subterráneas de agua o incluso telúricas que pueden existir en el lugar.

Como curiosidad, perfectamente delimitada y en excelente estado de conservación, la metopa que contiene la figura de un dromedario, atrae inmediatamente la atención, sugiriendo, como no podía ser de otra manera, un probable origen mudéjar, y por tanto, de influencia oriental, herencia de épocas en las que estas tierras estuvieron durante siglos bajo dominio musulmán.

Entre los motivos escultóricos del interior, aunque visiblemente desgastados en su mayoría, lo cuál impide una clara y correcta identificación, caben destacar aquellos de influencia bíblica que representan a Susana y los viejos, Daniel y los leones, Sansón partiéndole la mandíbula al león y la Epifanía de los Magos.

No obstante todo lo comentado hasta aquí, el conjunto románico de Nª Sª de la Asunción, ofrece también, al amante de los enigmas medievales, motivos cuya observación no le dejará, en modo alguno, indiferente.

Como, por ejemplo, aquellos capiteles, situados en el interior del templo, que representan dos figuras de similar origen y caracteristicas, destacando el aparente mensaje interpretativo que subyace en el motivo de sus gestos:

- la primera, corresponde a un hombre totalmente calvo, y gesto de posible estupidez, que se tapa los oídos con las manos.

- la segunda, corresponde a este mismo personaje, aunque con la particularidad de que ahora es la boca la que se tapa con ambas manos.

¿Una licencia del artista, o por el contrario, dos claras alusiones de la Iniciación: oídos sordos frente a la estupidez mundana y, sobre todo, regla número uno de todo aprendiz e iniciado, silencio y secreto?.

Continuando con nuestro pequeño recorrido 'mistérico', y una vez vueltos a situar en el exterior, no será difícil reconocer -entre la gran cantidad de canecillos que integran formas y objetos de curiosa y complicada interpretación- uno en concreto que representa, perfectamente perfilada, una cabeza humana cubierta, a su vez, por una cabeza de lobo. ¿Nos encontramos, tal vez, frente a la representación de un sacerdote de posible origen celta?. ¿Frente a una referencia a los antiguos cultos -recordemos la importancia que entre estos tuvo el culto a Lug- que se desarrollaban en el lugar, y que con la llegada del cristianismo pasaron a ser considerados como de naturaleza pagana, y por tanto, prohibidos y perseguidos?. ¿Hizo deliberadamente el artista una alusión a dichos cultos, dejando ese canecillo en un lugar visible del ábside, como una especie de contraseña para otros seguidores en la clandestinidad de aquélla antigua religión?.

Pero si sorprendente resulta todo cuanto se relaciona con el simbolismo y las dobles interpretaciones inherentes a figuras de canecillos, metopas y capiteles, no menos sorprendentes e interesantes son las marcas de cantería y otras singularidades que se pueden descubrir, grabadas con mayor o menor detalle y claridad, en las sólidas piedras de sus muros.

Referente a ello, es justo reseñar que tanto el investigador como el curioso, contemplando algunos de estos graffitis, se encuentran con la dificultad añadida que conlleva precisar con absoluta certeza a qué época pertenecen. Aún así, y dadas sus características -similares a las que se pueden encontrar en otros templos románicos, tanto de dentro como de fuera de la provincia- en algunos casos se puede arriesgar una interpretación, que pueda o no ser compartida, y que pueda -valga la redundacia- contribuir a esclarecer el origen y la escuela o gremio de los artesanos y canteros que pasaron por allí. Pero el tema daría lugar, por amplitud e interés, a un extenso artículo.

Reseñaremos, no obstante, las principales; aquéllas que, por sus características, puedan generar más interés: copas griálicas (se localizan hasta dos en la zona absidal), estrellas de cinco puntas o pentalfas, así como símbolos y escritura que, por su forma, pudieran denotar un origen netamente árabe.

Por último, reseñar que una visita a Duratón, a la iglesia románica de Nª Sª de la Asunción y a su entorno, no dejará a nadie indiferente. Además, conlleva el aliciente de que, preguntando en el pueblo, se puede visitar por dentro y fotografíar a gusto. Y hasta es posible que -parafraseando a Hamlet cuando le comentaba a su amigo Horacio acerca de que hay más cosas en este mundo que las que se ven a simple vista- alguien se lleve una desconcertante sorpresa, al observar detenidamente en casa las fotografías que ha tomado en el interior.

martes, 23 de octubre de 2007

Perorrubio: iglesia románica de San Pedro Ad Vincula





'En el principio fue la Sorpresa
y después vino el Contraste,
luego surgió la Oscilación
con ella la Distribución
y después la Pureza
que es el Final'
[Paul Valéry: 'Salmo S']

Situada dentro del término municipal de Perorrubio, al pie mismo de la carretera que, atravesando el pueblo, se dirije a la cercana población de Duratón, y algunos kilómetros más allá, a la hermosa villa de Sepúlveda, la iglesia románica de San Pedro ad Vincula -siglo XIII- ofrece digno testimonio de ese espectacular estilo románico, característico de ésta zona de la provincia de Segovia. Cerrada a cal y canto -excepto algunos sábados por la tarde, en los que se desplaza el párroco de una cercana población a celebrar la misa con los feligreses de Perorrubio, según me comentaron los vecinos en una de mis últimas visitas- una simple ojeada a su exterior resulta más que suficiente para darse cuenta inmediatamente de la extraordinaria belleza artística, simbólica y cultural que subyace entre sus centenarias piedras. No en vano, y con total justificación y merecimiento, está declarada como Monumento Histórico Artístico, conservando en razonable buen estado su estructura original, aunque resulta oportuno destacar algunos elementos que fueron añadidos con posterioridad, entre los que cabe reseñar la torre, la sacristía, el baptisterio y la trastera. Precisamente, a consecuencia de ésta última, hubo que cerrar el costado occidental de la galería.
Digna de comentario, así mismo, es la belleza de la galería porticada, que alberga seis arcos sobre columnas dobles de capiteles de excelente elaboración, a los que hay que añadir, también, el capitel de ingreso.
De los capiteles, se puede comentar el excelente estado de conservación en el que se encuentran, siendo éste de verdadero privilegio en aquellos cuyos motivos representan hojas de acanto, artísticamente elaboradas, cuya delicadeza induce a conectarlos con la mano artesana que elaboró aquellos otros que se pueden admirar en algunos templos de la región.
Con referencia a ellos, se puede apreciar una variada representatividad gráfica, que obsequia al observador con elementos tales como leones y aves, aunque, sin duda, constituye una pieza de especial relevancia aquella en la que se aprecia a dos demonios arrastrando al infierno a un condenado, motivo común que también puede admirarse en otras iglesias de la época.
La antigua puerta de acceso a la galería, situada en el flanco occidental, se encuentra tapiada en la actualidad, aunque todavía se aprecia una típica arquivolta con dibujos en zig-zag.
Mención especial, merecen, por otra parte, los pequeños capiteles del único ventanal del ábside, donde puede contemplarse una pareja de sirenas de dos colas -idénticas a las que se localizan en los capiteles del lado derecho del pórtico de entrada a la iglesia románica de Nª Sª de la Asunción, en Duratón- las cuales -dada su relación con el elemento acuático- pueden evidenciar la existencia de varias corrientes subterráneas de agua o verificar -apoyo las teorías que defienden que los emplazamientos nunca se elegían al azar- la probable localización de fuerzas telúricas en el lugar.
Opinan los expertos, y así lo ponen de manifiesto en numerosas guías y ensayos relacionados, que en este templo se combinan maestros e influencias de diversa índole. No es de extrañar, por tanto, que el maestro cantero que trabajó en el ábside de la iglesia de San Miguel, en Fuentidueña -recordemos la malograda iglesia de San Martín, en ruinas actualmente, pero cuyo impresionante ábside decorado se trasladó piedra a piedra a los Estados Unidos a cambio del retorno de algunas de las exquisitas pinturas de la ermita de San Baudelio de Berlanga, las cuales hoy día se pueden contemplar en el Museo del Prado- dejara, también, su impronta en los canecillos de la portada y cabecera de este templo, vinculado a la figura de San Pedro. En el caso de dicho maestro, puede rastrearse su huella en otros templos de la región, como, por ejemplo, los que hay en las poblaciones de Santa Marta del Cerro, Sotillo y Duratón.
Pero en San Pedro ad Vincula, como en la gran mayoría de templos románicos cuya eclosión constituyó, sin duda, un inmenso foco de sabiduría que elevó a cimas culturales increíbles la pobre herencia espiritual y cultural de la época visigótica, existen, también, los suficientes enigmas como para que cualquier investigador dedique muchas horas de su tiempo, persiguiendo la siempre escurridiza quimera de intentar desvelarlos con mayor o menor acierto, o, en su defecto, llegar a intuir parte de su auténtico mensaje.
No deja de ser un genuino 'cubo de Rubick mental' -metafóricamente hablando, desde luego- el hecho de indagar en sus primigenios orígenes, en un intento -la mayoría de las veces, hay que reconocer que infructuoso- por arañar parte de las claves; por conseguir un pedazo, aunque sea irrisorio, del enorme pastel simbólico, tradicional y cultural, que conforma el más impenetrable de los secretos que subyacen en su trasfondo: su probable naturaleza esotérica.
No es menos cierto, también, que en muchas ocasiones dicha naturaleza esotérica bebe de fuentes poco reconocidas por la eclesialidad oficial, como son los Evangelios Apócrifos, así como también de ritos y religiones ancestrales, lo cuál acrecienta, aún más, los intentos serios de interpretación y se presta, lógicamente, a la conjetura y la polémica.
El tema, pues, lo dejaremos momentáneamente apartado, para retomarlo en mejor ocasión, y nos centraremos en algunas evidencias simbólico-representativas, en un intento de exponer ciertas impresiones, que siempre serán, a la postre, motivo de discusión.
En primer lugar, observando las cruces -profundamente grabadas- que se encuentran en las columnas que soportan los capiteles del pórtico de entrada, puede parecer evidente la presencia en el lugar de una orden de caballería, auténtica revelación en su época, que ha hecho correr verdaderos ríos de tinta: la Orden del Temple. Ni qué decir tiene, que todo lo relacionado con ellos, con los templarios o milites templi, despierta enseguida un interés inusitado, pues numerosísimos son los autores y las obras que tienden a considerarlos como depositarios de secretos y tradiciones arcaicas; custodios del Grial y el Arca de la Alianza (1) -recordemos los 'templeisen' del poema de Wolfram von Eschenbach-; los creadores del mito del Preste Juan -teoría ésta última de reciente cuño- o los precursores, adelantándose a Cristóbal Colón varios cientos de años, del descubrimiento del Nuevo Mundo, de cuyas minas -poco menos que vírgenes- obtenían el oro y la plata con los que engrosar su ya de por sí exhorbitante fortuna, la cual diera origen a multitud de leyendas acerca del origen y destino de su fabuloso tesoro, comparable, al menos sobre el papel, al que se apropió el héroe Sigfrido, de los mitos nórdicos, arrebatándoselo a sus celosos custodios: los Nibelungos.
Asociados a ellos, como así parecen indicar numerosas referencias, parece ser que hubo, también, un misterioso gremio de canteros, conocidos como 'los Hijos de Salomón', algunas de cuyas improntas se pueden rastrear en base a símbolos tales como la denominada 'pata de oca' o la estrella.
Con respecto a la marca de la 'pata de oca', oportuno es reseñar, que no existe rastro de ella en las piedras de la iglesia de San Pedro ad Vincula. Al menos en su exterior. Pero sí se la localiza, y en proporciones considerables, en los muros del Santuario de Nuestra Señora de la Peña, situado en la cercana población de Sepúlveda. En dicho lugar, es posible encontrar, también, evidencias del Temple -a juzgar por varias cruces, grabadas, también, en sus muros-, y de justicia es añadir, así mismo, que posee un pórtico de entrada único en su género, donde es posible encontrar diversas referencias mítico-religiosas.
Sin embargo, la cosa cambia con respecto al otro símbolo que comentábamos anteriormente: la estrella.
En forma de pentáculo o estrella de cinco puntas, la iglesia románica de San Pedro ad Vincula es pródiga en demostraciones de este símbolo. De hecho, se le puede localizar en solitario y en grupos. Ahora bien, justo es poner de manifiesto una de las mayores dificultades con las que se encuentra el investigador, que no es otra, que la complicación que conlleva certificar la época en la que fueron grabados.
Esto parece menos complicado a la hora de suponer un origen correlativo a la fecha de la construcción del templo, si nos fijamos en dos curiosas marcas de cantería, situadas cerca del ábside, y para más señas, al lado de una inscripción -en la que todavía resulta legible, al menos, el nombre de José Antonio- y cuyo origen hay que buscarlo en 1936 o épocas posteriores a la contienda civil española. A este respecto, cabe reseñar las numerosas iglesias que mantienen entre sus muros inscripciones conmemorativas del Alzamiento, así como los nombres y apellidos de los caídos por el bando Nacional.
Lejos de cualquier tipo de partidismo político, que desde luego no viene al caso, las marcas a las que nos referíamos anteriormente, no dejan de tener ciertas singularidades que, en base a su forma, pueden constituir todo un enigma a la hora de intentar desvelar su significado y que se pueden encontrar también -al menos su semejanza resulta asombrosa- en el ábside de la iglesia románica de San Pedro, en el pueblo abandonado de Villacadima, dentro de los límites de la vecina provincia de Guadalajara.
Dispuestas en paralelo, semejan dos suelas de zapato, que inducen a pensar en un gremio -el de los zapateros- que no parece, a priori, tener relación alguna con el lugar, y por supuesto, con el gremio de los maestros canteros. A este respecto, oportuno es reseñar otro elemento -las tijeras- que inducen a suponer, también, en otro gremio ajeno -en ésta ocasión el de los sastres- y que se puede localizar en iglesias de otras regiones de la Península, como, por ejemplo, en el pequeño pueblecito soriano de Bordejé.
En solitario, o en grupos, puede localizarse, así mismo, otro símbolo, 'jeroglífico' por más señas, que puede interpretarse como las iniciales 'A' y 'M' superpuestas, que podrían hacer referencia a las palabras 'Ave María' y denotar una advocación mariana en los canteros o en los maestros constructores.
Símbolo, por otra parte, que se puede localizar coronando los retablos de numerosos altares, como el que se puede contemplar en la ermita hispano-visigoda de la población soriana de Pedro, fechada en el siglo VII, donde, en el pasado mes de octubre, comenzaron trabajos de índole arqueológica, cuyos descubrimientos y conclusiones, no dudo serán interesantes si algún día llegan a ser publicados y puestos al alcance del público en general.
Solo resta, como colofón a la presente entrada, recomendar al investigador; al curioso; al amante del románico o, simplemente, al excursionista, una visita a la población segoviana de Perorrubio y sus alrededores, en la seguridad de que, aunque el misterio no les guiñe el ojo, sorprendiéndoles, sí lo hará, al menos, la belleza intrínseca del lugar. Lo cuál, por otra parte, no deja de ser siempre un aliciente que hace bueno el dicho de Antonio Machado: 'caminante no hay camino, se hace camino al andar'.
(1): Para mayor información sobre la relación entre los templarios y el Arca de la Alianza, se recomienda la lectura del libro 'Los templarios y el Arca de la Alianza', Graham Phillips, Editorial Planeta, 2007.
http://www.grahamphillips.net/

lunes, 22 de octubre de 2007

Hoces del Río Duratón: Priorato de San Frutos




'Pero sólo conseguirás llegar hasta tu espada cuando descubras que en tu corazón está el camino, la verdad y la vida'.
[Paulo Coelho: 'El Peregrino de Compostela. Diario de un mago']


***
Alejado aproximadamente 12 kilómetros de la encantadora villa de Sepúlveda, el Priorato de San Frutos -mejor dicho, lo que queda de él- semeja un espejismo en la distancia, confundiéndose con el agreste y a la vez insuperable paisaje que conforma una de las zonas más inaccesibles de lo que en épocas se llamó 'Desierto del Duratón', y hoy se conoce, simplemente, como las Hoces del Río Duratón.
Al igual que otros enclaves mágicos de la Península -como puede ser el caso del Cañón del Río Lobos, en la vecina provincia de Soria- una vista a este emblemático lugar, no deja nunca indiferente. Muy al contrario, induce en el visitante multitud de sensaciones, que le harán plantearse un número considerable de preguntas, cuyas respuestas -como tendrá ocasión de comprobar- constituirán, de por sí, todo un conglomerado de enigmas a cuál más fascinante.

[En construcción]


jueves, 16 de agosto de 2007

La iglesia de la Vera Cruz




Un día de 1622 los parisienses vieron en sus paredes unos carteles concebidos en estos términos:



'Nosotros, delegados del colegio principal de los Hermanos de la Rosacruz, hemos venido visible e invisiblemente a esta ciudad, por la gracia del Altísimo al que se vuelven los corazones de los Justos, a fin de librar a los hombres, nuestros semejantes, de error mortal'.



['El retorno de los brujos', L.Pauwels & J.Bergier, Plaza & Janés, 1962]




No quisiera yo caer en el error mortal -a falta de un Hermano Rosacruz que me abra los ojos, 'visible o invisiblemente', como cuenta esa extraña historia que se remonta al año 1622- de presumir de sapiencia infalible en relación a la autoría de construcción de uno de los más bellos y enigmáticos exponentes del románico español: la iglesia de la Vera Cruz. Sin embargo, sí puedo decir que, a medida que me dirigía hacia el lugar donde se erige en solitario -cuál diminuto atolón polinesio en la distancia- y cuyo campanario mira -probablemente con cierta envidia- la estilizada figura de cuento de hadas del Alcázar, en lo único que iba pensando, era en encontrar parte de esas huellas que la legendaria Orden del Temple dejó en su día a lo largo y ancho de nuestra geografía peninsular, suscitando verdaderos ríos de tinta.
Recordaba, por supuesto, la leyenda del templario muerto -es difícil no encontrar un lugar asociado a ellos que no disponga de su respectiva leyenda- y la maldición del Gran Maestre. Quizás por eso, no vi ningún cuervo o grajo -ambas aves aparecen, según sea la fuente consultada- en los alrededores, aunque sí numerosas bandadas de alegres golondrinas, evolucionando en el cielo como auténticos meteoros.
De planta dodecagonal -a semejanza de la famosa iglesia de Santa María de Eunate, en Navarra, y tomando como ejemplo la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén- la iglesia de la Vera Cruz sorprende al visitante, apenas éste se halla a escasos metros de distancia y comienza a 'devorarla' con la mirada, procurando no perderse ningún detalle, llevando, por lo general, en mente, la idea preconcebida de que tarde o temprano, algo, por nimio que pueda parecer en un principio, conseguirá despertar su curiosidad y por tanto, su afán de investigador.
Suele pasar, que en ocasiones, ese paradigma llamado 'sincronicidad', no acompaña, y de poco sirve la caminata bajo el abrasador sol de julio, si uno ha de regresar a casa con la 'misión' sólo cumplida a medias. Tampoco importa lo que uno vaya buscando, siempre y cuando su búsqueda le ayude a avanzar, aunque sea despacio, paso a paso, como las tortugas, por el difícil y peligroso 'Camino del Conocimiento'. Tal vez por eso, no me sorprendió demasiado encontrarme la puerta cerrada y, por consiguiente, la imposibilidad de poder observarla por dentro. De hecho, estoy de sobra acostumbrado a este tipo de inconvenientes que, lejos de desanimarme, me animan a insistir en el intento, sin importar el tiempo que tarde en conseguirlo. Sí me sorprendió, sin embargo, encontrar un cartelito en una de las puertas, que explicaba -de manera escueta, pero determinante- el motivo de dicha momentánea imposibilidad: la inoportuna enfermedad de la guía.
Conozco, por referencias, bastantes de las características del interior de la iglesia de la Vera Cruz. Internet es una herramienta mágica, que puede hacer 'milagros' sin que uno tenga que moverse de la silla. Cualquiera puede acceder a la Red y encontrar referencias a prácticamente todo aquello que le interese. Pero particularmente creo que, aunque sólo sea por una sencilla cuestión de honestidad, sólo hablaré en este primer artículo acerca de mis impresiones, basadas en el estudio de su exterior, en espera de poder tener la oportunidad, en breve, de penetrar en este peculiar recinto sagrado y contrastarlas con aquellas que otros, antes que yo, han tenido a bien dar a conocer.
Resaltan, posiblemente por su color rojo sobre fondo blanco, las dos cruces de ocho puntas -conocidas como cruces de ocho beatitudes- situadas a ambos lados del acceso principal, que señalan -no por sí mismas como dato infalible de mérito constructor, aunque sí de pertenencia- a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén.
[En construcción]