martes, 21 de enero de 2014

Sotillo, señales mágicas: la iglesia de la Natividad de Nuestra Señora


Considerada como uno de los monumentos más importantes del románico rural de la provincia de Segovia, la iglesia de la Natividad de Nuestra Señora, situada a las afueras de la población de Sotillo, bien vale una misa cuando no una visita prolongada, como se diría popularmente. Se cree, a juzgar por el estilo de algunos de los numerosos motivos escultóricos -sobre todo, referido a los canecillos y metopas-, que en su ejecución intervino la misma mano o el mismo taller que trabajó, si no en su totalidad al menos sí en parte de los motivos que caracterizan otros dos singulares templos de las cercanías, como son el de Perorrubio -San Pedro ad Vincula- y Santa Marta del Cerro.
Independientemente del interés que puedan suscitar los numerosos y a la vez significativos graffiti de peregrino que se destacan en las inmediaciones de su portada principal de acceso, la parte artística más reseñable, se localiza en el ábside o cabecera, siendo los motivos principales de los canecillos y metopas -comunes, por otra parte, a la mayoría de mensarios románicos de la época-, el erotismo, las referencias al pecado y la lujuria, representadas, generalmente, por cabezas monstruosas y seres mitológicos como las arpías, rostros humanos -que inciden en cuestiones antropológicas, y dentro de ellos destaca la cabeza de un varón con esmerados rizos en el peinado- e incluso motivos simbólicos de unión e inmortalidad, como puede decirse del caso de la piña. Las metopas, como elemento auxiliar, incluyen motivos foliáceos, típicas escenas de caza, que incluyen el cazador o montero con la jauría de perros y el ciervo, que en ocasiones representa a Cristo, dragones e incluso una interesante estrella de cinco puntas o pentalfa, símbolo que portaba en su escudo Sir Gawain, célebre caballero de los ciclos griálicos y sobrino del rey Arturo (1), como servidor de Nuestra Señora, pues, entre otros múltiples significados, este símbolo también representaba los Cinco Gozos de María y las Cinco Llagas de Cristo.
La portada, aunque sencilla, tiene una forma lobulada, o a modillones, adornada con rosetas florales en número de ocho pétalos. El arcosolio principal, luce un motivo ondulante, quizás representando las olas marinas de ese mar primigenio que, bien mirado, podría considerarse como uno de los primeros griales de la Humanidad, en su concepto de transmisor de vida y abundancia.
Interesantes, por otra parte, son también los capiteles interiores, donde se conjugan diversos motivos, como las aves con los cuellos entrelazados que se muerden las patas con sus picos, motivos foliáceos, y escenas de lucha entre guerreros y animales salvajes, que podrían ser, bien un lobo o un oso, pero que, en cualquiera de los casos, y simbólicamente hablando, tienen cierta relevancia, tanto como referencia a los gremios canteros -en el caso del lobo- como el oso o la osa, en tanto que primitivamente, -aparte de la importancia astrológica y su relación con el Camino de Santiago-, este animal también se hallaba relacionado con la figura primordial de la Gran Diosa Madre.
No menos interesante, serían las figuras que copan el Retablo Mayor, de estilo barroco, que probablemente reemplace a las pinturas románicas que el templo, como era costumbre, pudo haber tenido en sus inicios. Entre éstas, por su significancia, cabe destacar la figura de Virgen sin Niño que ocupa la parte central del retablo y que representa a Nuestra Señora de Sotillo. Hay otra Virgen, ésta con Niño en brazos quien, significativamente, sujeta un pajarillo en la mano izquierda y que, aparte de su referencia al alma humana, puede también referirse de la infancia de Jesús, en el que ya se demostraba su capacidad para los milagros. A ambos lados de esta figura, se localizan dos figuras eminentemente mistéricas, como son la de Santa Águeda, con los pechos en un plato o bandeja y el popular San Roque, luciendo las vieiras de peregrino en su capa y acompañado por su inseparable perro con la hogaza de pan en la boca.

 
(1) 'Sir Gawain y el Caballero Verde', Alianza Editorial, S.A., Segunda Edición, 2013, referencias en el prólogo de Luis Alberto de Cuenca, página 15 y en páginas 41-42.

miércoles, 15 de enero de 2014

El románico perdido de Fresneda de Sepúlveda


Cercano a poblaciones como Duruelo, Sotillo, Duratón y Perorrubio, en cuyos haberes, al menos éstas tres últimas cuentan con parroquias que pueden definirse como del mejor románico de la zona (1), Fresneda de Sepúlveda y su derruida parroquial constituyen el testigo mudo, pero visible, del terrible drama de la despoblación, que como una peste negra señala el estado de numerosos asentamientos rurales, repartidos por las diferentes comunidades autónomas del país. Si bien un simple vistazo señala que la iglesia parroquial de Fresneda no fue, ni siquiera en sus comienzos, uno de los ejemplares más brillantes del arte románico de la provincia, no por ello, a juzgar por los escasos restos sobrevivientes, debería interesarnos menos, pues dentro de su faceta de templo eminentemente rural, debió de tener cierta entrañable esbeltez. De esa faceta primitiva, apenas sobrevive, y en pésimo estado de conservación, la portada sur, la espadaña y los escalones de piedra que conducen a ésta. Limpia de capiteles, entre los motivos ornamentales que aún se conservan, destacan aquellos de tipo foliáceo, además de otro interesante motivo que muestra un entrelazado celta formando una cruz, y que se repite a lo largo de la arquivolta principal. Motivo que, por añadidura, se localiza en algunos templos tanto románicos como suevos o visigodos, siendo el ejemplo más relevante, el de la iglesia del que fuera monasterio de San Esteban de Atán, en la parte lucense de la Ribeira Sacra. Como ejemplo más cercano, comentar que este motivo se localiza también, reutilizado como elemento de relleno, en el lateral norte de la iglesia de San Miguel, en la población no excesivamente lejana de Arcones.
Por último, reseñar que de dichas reminiscencias de origen celta, queda constancia, al igual que en el cercano pueblo de Barahona que vimos en la entrada anterior, del calificativo Fresneda, Fresno, árbol sagrado para los antiguos druidas y a la vez, determinante, en tiempos, del entorno.

 
(1) Los nombres de dichas parroquias son, respectivamente, la Anunciación de Nª Sª, la Asunción y San Pedro Ad Vincula.

miércoles, 8 de enero de 2014

Barahona de Fresno: iglesia de San Cristóbal



Dentro del entorno cercano a Castillejo de Mesleón, ambos Cerezos –el de Arriba y el de Abajo- y esa impresionante vía de comunicación que conecta la Meseta con el Norte, hay una variada serie de pequeñas poblaciones que todavía conservan interesantes elementos románicos, con mayor o menor grado de entereza, que merece la pena conocer. Una de tales poblaciones, es Barahona de Fresno y su iglesia románica, dedicada a una figura muy poco ortodoxa del santoral, como es la del gigante San Cristóbal. A pesar de que la estructura eclesial original ha sufrido algunas modificaciones a lo largo de su historia, quizás la principal de todas ellas, estribe en la inclusión de un porche ciego en su lado sur, que oculta la portada y de hecho, la entrada principal al templo. Situada a pie de carretera –en realidad, ésta atraviesa el pueblo, separándolo en dos mitades-, la iglesia de San Cristóbal muestra todavía interesantes elementos ornamentales, cuya reseña se podría comenzar a detallar llamando la atención sobre las numerosas marcas de cantero que se localizan en la cabecera o zona absidal. Su principal característica es que, fuera de lo que solía ser corriente en la época –aproximadamente, siglo XIII-, tienen un tamaño considerable, que llama inmediatamente la atención. Éstas incluyen, en su forma, estrellas de ocho puntas, las típicas A con forma de compás, haches, triángulos y alguna otra con forma de T o tau.

La parte más relevante, cuya temática y elementos conectarían –comparativamente hablando-, con temáticas que, si bien no son extrañas dentro del románico en general, sí resultan, quizás, más corrientes y populares dentro de lo que se podría encuadrar como el románico del norte, sería aquella en la que el erotismo de las figuras desarrolla una desvergonzada desproporción, sobre todo en referencia a las falos de los individuos, que recuerda, grosso modo, aquellos que se localizan especialmente en la famosa colegiata cántabra de San Pedro de Cervatos. Junto al tema erótico, aunque con menor presencia, el resto de canecillos presenta un cariz eminentemente antropológico, que muestra diferentes rostros característicos de la época, entre los que quizá destaque el de la mujer con el tocado medieval que le recubría la cabeza por completo, típico de las doncellas y nodrizas; la visión de los monjes, con el Libro Santo abierto entre las manos, cuyo mensaje de oración y recogimiento contrasta con los rostros animaloides y demoníacos, representativos, generalmente, de la lujuria y el pecado a los que tan cerca se encontraban los personajes, también representados aquí, del mundo de la farándula, como músicos y bailarinas. Por último, reseñar ese tema recurrente y abundante en el románico, en el que los canteros referencian esa división entre siervos y señores, representada por el montero, haciendo sonar el cuerno para levantar las piezas y con un perro a sus pies, que nos introduce en el tema cinegético, reservado exclusivamente para reyes y nobles.