martes, 24 de mayo de 2016

Madrona: ermita de la Virgen de la Nava


Situada en la parte occidental de Segovia, no muy lejos de esa Cordillera del Dragón, como parece ser que en época medieval se denominaba a esa impresionante formación rocosa que es la Sierra de Guadarrama, Madrona nos sorprende con dos ejemplares de templo que, si bien notablemente modificados en su estructura original, no carecen, después de todo, de atención e interés. Si bien el templo principal y parroquial de Madrona -la iglesia de la Virgen de la Cerca, que veremos en una próxima entrada- queda incorporado dentro del casco urbano, no ocurre lo mismo con ésta curiosa ermita, cuya advocación pertenece, así mismo, a otra Virgen: la de la Nava. Situada a la entrada o a la salida del pueblo, según se venga o se vaya por esa carretera general que une el lugar con otras localidades que todavía conservan también vestigios merecedores de un atento vistazo -La Losa, Navas de Riofrío o Revenga, entre otras-, esta ermita llama poderosamente la atención por su curiosa, cuando no extraña constitución. Y no es para menos, si tenemos en cuenta que, salvando el detalle de su ábside, parece haber sido remodelada por completo, ampliándose la nave de manera desproporcionada en comparación con aquél. Este detalle, que a priori puede parecer intrascendente, no lo sería tanto, si observando con atención las reducidas dimensiones de dicho ábside, consideramos que en origen, posible y desgraciadamente, ésta defenestrada ermita de Madrona pudiera haber constituido uno de los ejemplares de iglesia románica más reducidos de los que se tenga noticia, pudiéndose citar un ejemplo que, por haber tenido la inmensa suerte -y sobre todo, la piadosa dedicación de los vecinos, que aportaron sus propios medios y el sudor de su frente en su rehabilitación- ha sobrevivido prácticamente intacto, siendo en la actualidad uno de los pocos casos de admiración en tal sentido; la iglesia de San Andrés de Escanduso, en las Merindades burgalesas.

Extramuros, pues, de la ciudad y señalada por un piadoso crucero de piedra, el conocimiento y devoción que romeros y peregrinos sienten por la Virgen y su lugar, queda constatado, en primera instancia, por la cantidad de graffitis de peregrino -cruces con extremidades en forma de patas de oca, flechas e incluso una hermosa flor de la vida, etc- que se aprecian en su portada. Una portada sencilla, con un arco de medio punto, típico de las construcciones románico-góticas. Por otra parte, cabe destacar, así mismo, la curiosa pirámide que conforma la parte central de la espadaña, en cuya parte superior o piramidón, destaca una cruz latina. A ambos lados de este símbolo hermético, se localizan dos bolas de piedra, que deberían hacernos recordar no sólo aquéllas que suelen mostrar las antiguas imágenes virginales sino también, aquéllas otras que se localizaban en los inmemoriales santuarios dedicados a la Gran Diosa Madre, cuya presencia, a juzgar por el número de diferentes y notables advocaciones marianas que se localizan en la zona -de la Cerca, de la Nava, del Soto- debió de ser notable.




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