Aseveran las crónicas, que
antiguamente, a su vera se encontraba la vieja catedral románica que fue
completamente derruida durante los tristes avatares de la Guerra de las Comunidades o levantamiento armado de los
comuneros contra el rey Carlos I, siendo poco menos que definitiva la famosa
batalla de Villalar, acaecida el 23 de abril de 1521, en la que fueron
capturados y ejecutados los líderes comuneros Juan Padilla, Juan Bravo y
Francisco Maldonado y que, como siglos más tarde cantara el Mester de Juglaría, desde
entonces Castilla no se ha vuelto a levantar. Un acto y una guerra, que
algún tiempo después dio origen a la actual catedral, diseñada en su primera
fase por Juan Gil de Ontañón. A los pies del Alcázar, diseño de elegancia
dentro del orden de la arquitectura militar, dormita con parsimonia un cuélebre milenario, llamado Eresma, en
cuyas riberas, de escama y plata y también de musgo y sol, el gran poeta
Antonio Machado coleccionaba mundos infinitos atrapados en pompas de jabón. Por
la otra parte, allá donde el camino baja en cuesta bordeando las antiguas
murallas para alejar al viajero y al peregrino de la ciudad, las campanas del
monasterio del Parral continúan tañendo con melancólica nostalgia. Y algo más
lejos, allí donde este mismo camino se bifurca, haciendo una curva de ballesta
que apunta hacia Zamarramala, el esplendor de los martirium orientales se hace
piedra con la magia especulativa de un edificio legendario, al que los córvidos
nunca se han vuelto a acercar, después de una terrible maldición: la iglesia de
la Vera Cruz.
Hermosa y legendaria Segovia,
vista desde unas alturas donde el viento, después de todo, parece también
arrastrar, cual sentido miserere, aquel hermoso poema de Miguel Hernández que
decía: vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me
esparcen el corazón y me aventan la garganta…
Publicado en STEEMIT, el día 24 de marzo de 2018: https://steemit.com/spanish/@juancar347/ensonaciones-desde-el-alcazar-de-segovia