Aunque parcialmente arruinado y
situado a las afueras de Ayllón, siendo no obstante visible desde esa carretera
general que dejando a la derecha el desvío a Aranda de Duero continua hacia
esos paraméricos valles anegados por las melancólicas aguas del pantano de Linares
y la mediática naturaleza adyacente a ese medieval pueblecito de Maderuelo, el
antiguo convento de San Francisco es otra caries de gigante –metafóricamente hablando-,
que nos plantea, cuando menos, sorprendernos con una arquitectura muy
particular, la franciscana, que en mayor o en menor grado de conservación,
todavía mantiene enigmáticos elementos, dignos de admiración, como aquellos que
se pueden apreciar allende los Caminos de peregrinación que confluyen en la
brumosa Galicia. Un buen ejemplo de ello, serían el convento betanceiro de San Francisco, o la
antigua iglesia conventual –actualmente, bajo la advocación de San Pedro y
parcialmente reconvertida en museo-, situada en la capital lucense, a escasos
metros de la Rua Nova y el casco histórico y en las proximidades de la
catedral. Al contrario que los edificios anteriormente mencionados –quizá sea
interesante y anecdótico precisar, que el convento betanceiro se construyó donde se supone que los templarios tenían
una iglesia que formaba parte de las posesiones que permutaron en 1251 con el
rey Alfonso X, por algunos territorios en Zamora-, la novedad, con respecto a
estas venerables ruinas franciscanas de Ayllón, es que se supone –y al parecer,
existió una antigua tradición que así lo aseguraba- que fue fundado por el
propio Patriarca de la Orden, durante el viaje que realizó a España entre los
años 1213 y 1215, denominándose por tal motivo a ésta santa casa –tal y como reza, cuando menos, la inscripción que se aprecia en la fachada principal, por encima de la hornacina en forma de concha (1), que alberga la imagen del santo titular-, como la Jerusalén de España. Actualmente,
propiedad privada, conserva, parcialmente en buen estado –según rezan los
carteles informativos-, la iglesia, que fue oportunamente consolidada y se
asevera que bellamente ajardinada. Parte de lo que en su momento conformara un
valioso patrimonio histórico-artístico, se repartió por algunos de los templos
de Ayllón y de Riaza: como el Retablo Mayor y otro retablo importante que se
localizaba en la capilla sur.
Dada su condición de edificio privado, no puedo
afirmar si dentro de los elementos decorativos de la iglesia y tal y como se
puede constatar en los templos franciscanos de Lugo y Betanzos, anteriormente
reseñados, figuran dos símbolos de interesante trascendencia: la pentalfa o estrella renfam y el Sello de
Salomón. Sí sobreviven, también en la fachada principal, algunas interesantes referencias a los cuatro Evangelistas. En este lugar, fueron enterrados personajes notables de la época, entre quienes figuraba Don Juan Pacheco de Luna, nieto de Don Álvaro de Luna, personaje singular, de algún modo arrimado al Temple y de cuyo tesoro, inencontrado, se refieren numerosas leyendas en el cercano pueblo de Maderuelo.
(1) Barroca y similar, comparativamente hablando, al Nacimiento de Venus, de Bottichelli.