Considerada como uno de los monumentos más importantes del románico rural de la provincia de Segovia, la iglesia de la Natividad de Nuestra Señora, situada a las afueras de la población de Sotillo, bien vale una misa cuando no una visita prolongada, como se diría popularmente. Se cree, a juzgar por el estilo de algunos de los numerosos motivos escultóricos -sobre todo, referido a los canecillos y metopas-, que en su ejecución intervino la misma mano o el mismo taller que trabajó, si no en su totalidad al menos sí en parte de los motivos que caracterizan otros dos singulares templos de las cercanías, como son el de Perorrubio -San Pedro ad Vincula- y Santa Marta del Cerro.
Independientemente del interés que puedan suscitar los numerosos y a la vez significativos graffiti de peregrino que se destacan en las inmediaciones de su portada principal de acceso, la parte artística más reseñable, se localiza en el ábside o cabecera, siendo los motivos principales de los canecillos y metopas -comunes, por otra parte, a la mayoría de mensarios románicos de la época-, el erotismo, las referencias al pecado y la lujuria, representadas, generalmente, por cabezas monstruosas y seres mitológicos como las arpías, rostros humanos -que inciden en cuestiones antropológicas, y dentro de ellos destaca la cabeza de un varón con esmerados rizos en el peinado- e incluso motivos simbólicos de unión e inmortalidad, como puede decirse del caso de la piña. Las metopas, como elemento auxiliar, incluyen motivos foliáceos, típicas escenas de caza, que incluyen el cazador o montero con la jauría de perros y el ciervo, que en ocasiones representa a Cristo, dragones e incluso una interesante estrella de cinco puntas o pentalfa, símbolo que portaba en su escudo Sir Gawain, célebre caballero de los ciclos griálicos y sobrino del rey Arturo (1), como servidor de Nuestra Señora, pues, entre otros múltiples significados, este símbolo también representaba los Cinco Gozos de María y las Cinco Llagas de Cristo.
La portada, aunque sencilla, tiene una forma lobulada, o a modillones, adornada con rosetas florales en número de ocho pétalos. El arcosolio principal, luce un motivo ondulante, quizás representando las olas marinas de ese mar primigenio que, bien mirado, podría considerarse como uno de los primeros griales de la Humanidad, en su concepto de transmisor de vida y abundancia.
Interesantes, por otra parte, son también los capiteles interiores, donde se conjugan diversos motivos, como las aves con los cuellos entrelazados que se muerden las patas con sus picos, motivos foliáceos, y escenas de lucha entre guerreros y animales salvajes, que podrían ser, bien un lobo o un oso, pero que, en cualquiera de los casos, y simbólicamente hablando, tienen cierta relevancia, tanto como referencia a los gremios canteros -en el caso del lobo- como el oso o la osa, en tanto que primitivamente, -aparte de la importancia astrológica y su relación con el Camino de Santiago-, este animal también se hallaba relacionado con la figura primordial de la Gran Diosa Madre.
No menos interesante, serían las figuras que copan el Retablo Mayor, de estilo barroco, que probablemente reemplace a las pinturas románicas que el templo, como era costumbre, pudo haber tenido en sus inicios. Entre éstas, por su significancia, cabe destacar la figura de Virgen sin Niño que ocupa la parte central del retablo y que representa a Nuestra Señora de Sotillo. Hay otra Virgen, ésta con Niño en brazos quien, significativamente, sujeta un pajarillo en la mano izquierda y que, aparte de su referencia al alma humana, puede también referirse de la infancia de Jesús, en el que ya se demostraba su capacidad para los milagros. A ambos lados de esta figura, se localizan dos figuras eminentemente mistéricas, como son la de Santa Águeda, con los pechos en un plato o bandeja y el popular San Roque, luciendo las vieiras de peregrino en su capa y acompañado por su inseparable perro con la hogaza de pan en la boca.
(1) 'Sir Gawain y el Caballero Verde', Alianza Editorial, S.A., Segunda Edición, 2013, referencias en el prólogo de Luis Alberto de Cuenca, página 15 y en páginas 41-42.
6 comentarios:
Hola! El vídeo me trae recuerdos de caminos andados, que lugar más bonito, hasta los girasoles sonríen al día. Por cierto, la música me la copio, jeje, besos.
Hola, bruja. Tenía la impresión de que este lugar te sería conocido. ¿Recuerdas qué buena jornada pasamos con la Cofradía del Anís del Mono?. Los girasoles, al ser agosto, estaban en todo su esplendor y realzaban incluso más la belleza de la iglesia. La música es de un grupo que me gusta mucho y suelo utilizar bastante. Me alegro que te guste. Un abrazo
¡ Cómo no recordar ese día¡. Efectivamente, como bien apuntas, este templo, junto con Perorrubio y Santa Marta del Cerro hay que encuadrarlo en el taller de Duratón. Además, sus tallas y motivos reflejan coincidencias, aunque de factura más rudimentaria. Lo de la montería es curioso porque no tiene aspecto lúdico del señor feudal, sino que aquí es el campesino el que bate alimañas que acechan a su rebaño y los animales representados son los de la zona, pero lo que fija la atención es la representación de los camellos a los que tallan con pico, orejas puntiagudas y gibas hasta en el rabo. Y digo que llama la atención porque habiéndose mantenido que el maestro de Duratón y su escuela podrían ser mudéjares, este lapsus abre la puerta a que el artesano desconociera el animal y se limitara a copiarlo con poca fortuna.
Un abrazo
Como bien dices, Syr, fue una memorable jornada, que tanto la bruja como yo, tuvimos la oportunidad de compartir con vosotros. Y entre los numerosos lugares que visitamos (recuerda que empezamos por la Cueva de los Siete Altares), estuvo este templo que, independientemente de los errores de los canteros, como muy bien refieres al mencionar el camello (detalle que quizás se observe con más fidelidad en el templo de Duratón), resulta de los más interesantes de la zona. Por supuesto, también es interesante tu apreciación sobre la cantería, y aunque la comparto, también te remito que un tema muy común en el románico, y especialmente abundante en el románico norte. De hecho, hay un magnífico exponente del tema, referido a ciertas pinturas que se descubrieron hace años en el interior de una iglesia cercanas, que me recuerda una entrada que hicisteis en Salud y Románico y que, a grosso modo conllevaba la pregunta ¿qué hace un centauro disparando a una sirena?, y que aquí se podría interpolar y jugar con la simbología, preguntándonos: ¿qué hace un centauro disparando a un ciervo?. Con esto quiero decir, que en el fondo, Segovia, como muchos otros lugares, continúa reservándonos múltiples sorpresas. Pero equivocados o no a la hora de la interpretación, siempre es un auténtico placer compartir y aprender con los amigos. Un fuerte abrazo
Me has traído, Caminante, recuerdos de nuestras noches de charlas de "destonilador" y Ballentines en las que, sin preguntar, inquieres. Esa escena del centauro con el ciervo ( dorkón, para otros), es de muy diferente significado, pues mientras en la entrada a que te refieres es el amor carnal goliardo, en esta escena, entiendo, que es la alegoría del amor espiritual, donde en centauro lanza flechas del iniciado al alma, y que atiende al pasaje el Cantar de los Cantares 2.17: " Hasta que apunte el día, y huyan las sombras, vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo sobre los montes de Beter.
Un abrazo
No creas que no recuerdo con agrado y nostalgia esas charlas que tan buenos momentos nos han hecho pasar, y que hace unos meses tuvimos ocasión de repetir en Calatayud, después de la notable experiencia de Daroca; y las echo de menos más que nunca, en estos momentos de negrura con los que he comenzado el año, pues ellas representan parte de la emoción de la vida, como es la de poder viajar por esos lugares que tanta belleza y tanta maravilla nos ofrecen, y que nos permiten comentar desde la perspectiva de la 'experiencia'. Muy buena la referencia a uno de los pasajes más significativos del Cantar de los Cantares, pero entiendo que incluso se ofrecen algunas perspectivas de interpretación, que nos permiten ir más allá. En la naturaleza del centauro, tan parecida, después de todo, a la del hombre, del que es maestro, se conjugan lo carnal y lo espiritual; de manera que en mi opinión, si no de amor goliardo, sí al menos podemos hablar de deseo; pero de un deseo muy especial, si tenemos en cuenta al ser que persigue al ciervo, e imaginamos a éste último, como de hecho se imaginaba en la Edad Media, como una alegoría de Cristo. Para darle un poco más misterio al tema, podría añadir que esta alegoría medieval, está muy presente en las extrañas circunstancias con que algunos caballeros, aún a riesgo de su vida, se tropezaron, al final de una escabrosa aventura de caza, con la presencia de la imagen milagrosa de una Virgen Negra. Y además, la figura crística y alegórica del ciervo (generalmente, un ciervo blanco), se encuentra encuadrada dentro de la misteriosa simbología que acompaña los ciclos caballerescos de la formidable literatura griálica que invadió occidente en los tiempos de las Cruzadas, cuando la presencia y constitución de las órdenes militares hizo posible la esperanza de conquista de Tierra Santa, independientemente de que, como ya sabemos, ésta se esfumara a mediados del siglo XIII con la pérdida definitiva de las posesiones en Ultramar. Pero es tan sólo una forma más de ver el tema; y esa es la cuestión: lo que algo, aparentemente tan inocente en apariencia, puede llegar a sugerirnos. Un abrazo
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