Dentro del entorno cercano a
Castillejo de Mesleón, ambos Cerezos –el de Arriba y el de Abajo- y esa
impresionante vía de comunicación que conecta la Meseta con el Norte, hay una
variada serie de pequeñas poblaciones que todavía conservan interesantes
elementos románicos, con mayor o menor grado de entereza, que merece la pena
conocer. Una de tales poblaciones, es Barahona de Fresno y su iglesia románica,
dedicada a una figura muy poco ortodoxa del santoral, como es la del gigante
San Cristóbal. A pesar de que la estructura eclesial original ha sufrido algunas
modificaciones a lo largo de su historia, quizás la principal de todas ellas,
estribe en la inclusión de un porche ciego en su lado sur, que oculta la
portada y de hecho, la entrada principal al templo. Situada a pie de carretera
–en realidad, ésta atraviesa el pueblo, separándolo en dos mitades-, la iglesia
de San Cristóbal muestra todavía interesantes elementos ornamentales, cuya
reseña se podría comenzar a detallar llamando la atención sobre las numerosas
marcas de cantero que se localizan en la cabecera o zona absidal. Su principal
característica es que, fuera de lo que solía ser corriente en la época
–aproximadamente, siglo XIII-, tienen un tamaño considerable, que llama
inmediatamente la atención. Éstas incluyen, en su forma, estrellas de ocho puntas,
las típicas A con forma de compás, haches, triángulos y alguna otra con forma
de T o tau.
La parte más relevante, cuya
temática y elementos conectarían –comparativamente hablando-, con temáticas
que, si bien no son extrañas dentro del románico en general, sí resultan,
quizás, más corrientes y populares dentro de lo que se podría encuadrar como el
románico del norte, sería aquella en la que el erotismo de las figuras
desarrolla una desvergonzada desproporción, sobre todo en referencia a las
falos de los individuos, que recuerda, grosso modo, aquellos que se localizan
especialmente en la famosa colegiata cántabra de San Pedro de Cervatos. Junto
al tema erótico, aunque con menor presencia, el resto de canecillos presenta un
cariz eminentemente antropológico, que muestra diferentes rostros
característicos de la época, entre los que quizá destaque el de la mujer con el
tocado medieval que le recubría la cabeza por completo, típico de las doncellas
y nodrizas; la visión de los monjes, con el Libro Santo abierto entre las
manos, cuyo mensaje de oración y recogimiento contrasta con los rostros
animaloides y demoníacos, representativos, generalmente, de la lujuria y el
pecado a los que tan cerca se encontraban los personajes, también representados
aquí, del mundo de la farándula, como músicos y bailarinas. Por último, reseñar
ese tema recurrente y abundante en el románico, en el que los canteros
referencian esa división entre siervos y señores, representada por el montero,
haciendo sonar el cuerno para levantar las piezas y con un perro a sus pies,
que nos introduce en el tema cinegético, reservado exclusivamente para reyes y
nobles.
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