Hay constancia, de que antes del
año 1247, el actual pueblo de Cerezo de Abajo era conocido como Cerezo de Yuso
–que quiere decir, de abajo también- siendo la opinión generalizada de
los historiadores, que dicho topónimo hace referencia a la repoblación
emprendida por los reyes hispanos a partir del siglo XI. Se sabe, así mismo,
que en fecha tan temprana como el año 1076, los burgaleses cruzan la frontera
del Duero y comienzan a establecerse en estos territorios, otorgándoles, de
paso, los nombres de sus pueblos de origen. Por esas fechas, el rey Alfonso VI,
confirma los fueros de Sepúlveda y dona al monasterio de Santo Domingo de
Silos, lugares cercanos y de gran importancia histórica y artistica, como el
Priorato de San Frutos, situado en las inmediaciones de Sepúlveda, en pleno
corazón de las Hoces del Duratón o, como se denominaba hasta tiempos
relativamente recientes, el desierto del Duratón. Su situación, a un
lado de esa autovía del Norte que atraviesa la Meseta como una infinita
anaconda, hace de Cerezo de Abajo un pueblo relativamente bien comunicado y de
fácil acceso. De su riqueza artística, cabe destacar la iglesia de San Román,
donde se puede admirar una, cuando menos curiosa portada románica, que pone los
pelos de punta por el grotesco bestiario fantástico que exhibe. Si bien es
cierto, que dicha portada no es originaria del lugar, sino que procede de la
cercana población de Mansilla –posiblemente, de su iglesia, dedicada a la
figura del Evangelista San Marcos, muy transformada también en la actualidad-,
exhibe interesantes detalles que merece la pena descubrir.
De esta puerta sobria pero equilibrada, utilizando
palabras de David de la Garma Rodríguez (1), además de esas espeluznantes y
maléficas alusiones al pecado, que conllevan un puntual aviso a los peligros
que esperan a aquéllos que se aparten de una vida recta, estrictamente
determinada por las severas recomendaciones de la Santa Madre Iglesia, hay
algunos detalles añadidos que merecen la pena referenciarse también. Por eso,
junto a las parejas de sirenas de doble cola, grifos de ambivalente
significado, fieros leones y terribles basiliscos de mirada mortal, se pueden
observar otros interesantes detalles que, no obstante corrientes y profusamente
utilizados en la imaginería simbólica medieval, tienen en la presente portada,
cuando menos, una curiosa distribución y relevancia. Esto se hace patente en la
arquivolta principal, donde se aprecia un interesante y doble entrelazado
vegetal que, aparentemente adquiere la forma de una continua sucesión de
símbolos del infinito, en la parte central de cuyas elipses, el artista cantero
introdujo, como motivo principal, esa referencia a la unión y la inmortalidad,
que es la piña. Interesantes, aunque comunes también, son las rosetas, de
marcado carácter oriental, que se aprecian como motivo definido de otra
arquivolta, situada por debajo de la arquivolta mediana, cuyo entrelazado, por
alusión y comparación, se ha convenido en denominar como jaqués.
Completan las referencias artísticas, dos capiteles empotrados en el muro, por
encima del pórtico. Muestra el de la izquierda un águila, símbolo solar y de
poder, cuyas garras mantienen apresada a una liebre, animal terrestre y por
añadidura, considerado como impuro en culturas bíblicas como la hebrea. El
capitel de la derecha, por último, representa lo que, a juzgar por sus
características, podrían ser dos guerreros enfrentados, temática característica,
así mismo, de una época, la medieval, donde las luchas y enfrentamientos
ocupaban un lugar privilegiado en la historia social de los pueblos.
(1) David de la Garma Rodríguez: 'Rutas del románico en la provincia de Segovia', Castilla Ediciones, 1998, página 123.
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